El camote es un tubérculo, parecido a la papa, que se cultiva en Mesoamérica desde hace 5000 años y su nombre proviene del náhuatl “camohtli”.
Cuenta la leyenda, que el 2 de junio de 1,676 en el Convento de Santa Clara de Puebla, se estaba preparando un magnífico banquete para recibir al Ilustrísimo Señor Obispo, don Manuel Fernández Santa Cruz y Sahagún. La Abadesa se encontraba en un gran apuro pues no tenía ya ni un real para el postre. Lo único que abundaban eran los camotes, que se consumían fritos o hervidos. La pequeña Angelina dijo “no se agiten sus mercedes, por tan poca cosa, el problema está resuelto, yo haré para su ilustrísima dulce de camote”.
Hirvió en agua los tubérculos a fuego lento y después de realizar una pasta consistente, agregó buena ración de piña y azúcar, dejó enfriar y empezó a hacer pequeñas porciones dándoles la forma de bollos; después decoró con pinturas vegetales. El Obispo, degustó los exquisitos camotes y pidío que se colocaran algunos más en una cajita para poder disfrutar de ellos en los días subsecuentes. Desde entonces se hicieron famosos “los camotes de Santa Clara”.
Las monjas clarisas vinieron a Guatemala en el año de 1700 trayendo consigo las recetas de sus famosos dulces.
A los chapines nos gustan cocerlos y calarlos enteros, para luego cubrirlos y conservarlos en azúcar. También los hacemos en ante, combinándolos con piña o naranja, quizás haya sido una de mis primeras compotas ¡ pues me saben a infancia !.