Según el Nuevo Cocinero Americano de 1888, con el nombre de “fiambre se llaman las preparaciones todas de viandas o cualesquiera otras sustancias que después de asadas o cocidas se dejan enfriar para comerse”. Asi que la leyenda popular, que cuenta que el origen del fiambre guatemalteco provino de una visita imprevista, que puso en apuros a las señoras de la casa, hace mucho sentido.
La leyenda cuenta que las cocineras se ingeniaron una una especie de ensalada con todo lo frío que encontraron en la alacena. Es fácil imaginar que en las casas de antaño, sin la maravilla de la refrigeradora que data tan solo del siglo pasado, se podían encontrar muchas verduras encurtidas y gran cantidad de embutidos, la base del fiambre de hoy.
Es muy interesante, conocer qué es lo que le da sabor a los diferentes embutidos. Hablemos de la famosa butifarra, que en mi humilde opinión (también la de mi suegra, de mi papa, de mi abuela, etc.) es EL embutido estrella del fiambre. Su origen es catalán y la base de su sabor es que la receta incluye tocino, vino blanco, anís, clavo, tomillo y tallos de cebolla. Imposible imaginar tantos ingredientes juntos creando ese delicioso sabor.
El chorizo negro, cuyo color me inquietaba desde pequeña, lo deben a las cascaras de plátano asado molidas que lleva en su elaboración.
La cecina que es carne salada para conservarse, se pone en salmuera de naranja agria.
Asì podríamos platicar de cada ingrediente, del por qué está en nuestro plato de fiambre el día de hoy, pues detrás de un plato de fiambre hay tanta tradición culinaria.